miércoles, 27 de febrero de 2013

EL SUEÑO

El sueño -o su falta- es probablemente el aspecto más discutido sobre el cuidado del bebé. Los padres primerizos descubren su fundamental importancia durante las primeras semanas y meses de vida del bebé. La calidad y la cantidad del sueño de un lactante afectan al bienestar de toda la familia.
Las peleas que giran alrededor del sueño es muy raro que terminen cuando el niño pasa de la cuna a la cama. Solo cambian de forma. En vez de tener que alimentarlo a las 3 de la madrugada, se pasa a las pesadillas y a las peticiones de agua a media noche.
Entonces, ¿cómo conseguir que su hijo se meta en la cama a pesar de sus llantos, gritos, tácticas de evasión y súplicas? ¿Cómo debe responder cuando su hijo le despierta a media noche? ¿Y cuánto necesitan dormir los niños?

¿Cuánto sueño es suficiente?

Todo depende de la edad el niño. Los gráficos que indican las horas de sueño que suele requerir un lactante o un niño de 2 años pueden generar dudas y preocupaciones en los padres, al no tener en cuenta las diferencias individuales. Estas cifras no son más que simples promedios de grupos extensos de niños de edades concretas.
No existe un número mágico de horas requeridas por todos los niños de un grupo de edad en concreto. Sarah, de dos años, puede dormir de 8:00 de la tarde a 8:00 de la mañana, mientras que Johny, también de dos años, está igual de alerta al día siguiente después de dormir de 9:00 de la noche a 6:00 de la mañana.
De todos modos, el sueño es muy importante para el bienestar de los niños. La relación existente entre la falta de sueño y el comportamiento del niño no siempre es evidente. Cuando un adulto está cansado, puede estar irritable y/o tener muy poca energía, pero un niño puede volverse hiperactivo, antipático y presentar comportamientos extremos.
La mayoría de necesidades de sueño caen dentro de un margen predecible de horas según la edad del niño, pero cada niño es un ser único con sus propias y específicas necesidades de sueño.
He aquí algunas cifras aproximadas de horas de sueño en función de la edad, acompañadas de tácticas para favorecer el sueño adaptadas a cada grupo de edad.

Bebés (hasta los 6 meses)

No existe una fórmula para el sueño en los recién nacidos porque sus relojes internos todavía no están completamente desarrollados. Por lo general, duermen o dormitan de 16 a 20 horas al día, divididas por igual entre el día y la noche.
Los padres deben despertar a sus recién nacidos cada 3 o 4 horas hasta que se estabilice su ganancia de peso, lo que suele ocurrir aproximadamente a las dos semanas del nacimiento. A partir de ese momento, no pasa nada si un bebé duerme durante períodos de tiempo más largos. Pero no se ilusione demasiado pronto: la mayoría de lactantes no duermen durante mucho tiempo seguido porque los despierta el hambre.
Pasadas las dos primeras semanas, los lactantes pueden dormir hasta 4 o 5 horas seguidas; esta es la cantidad aproximada de tiempo que sus pequeños estómagos pueden aguantar sin recibir alimento entre tomas consecutivas. Si un bebé duerme durante mucho tiempo seguido por la noche, probablemente querrá mamar o tomar el biberón más a menudo durante el día.
Justo cuando los padres piensan que dormir toda la noche de un tirón parece un sueño inalcanzable, las horas de sueño del bebé empiezan a concentrarse en mayor medida por la noche. A los 3 meses, un bebé promedio duerme unas 13 horas en cada período de 24 horas (4 o 5 horas de sueño durante el día, repartidas en varias siestas, y de 8 a 9 horas de sueño por la noche, generalmente con una o dos interrupciones). Aproximadamente el 90% de los bebés de esta edad duerme más por la noche, durante períodos de 5 a 6 horas de duración.
Pero es importante saber que los bebés no siempre están despiertos cuando suenan como si lo estuvieran; pueden llorar y hacer todo tipo de ruidos durante el sueño ligero. Incluso, si se despiertan por la noche, es posible que solo pasen unos minutos despiertos antes de volver a conciliar el sueño por sí solos.
Si un bebé de menos de 6 meses sigue llorando, usted deberá atenderlo. Es posible que el bebé esté realmente incómodo: hambriento, mojado, frío o incluso enfermo. Pero el hecho de levantar al bebé por la noche para cambiarlo o alimentarlo debería ser un proceso lo más rápido y silencioso posible. No le aporte ningún estímulo innecesario como hablar, jugar o encender la luz. Fomente la idea de que la noche es para dormir. Es usted quien debe trasmitirle esta disciplina y enseñarle a dormirse solo por la noche, ya que a los bebés nunca les importa qué hora es siempre y cuando se satisfagan sus necesidades.
Idealmente, se debe colocar al bebé en la cuna antes de que se duerma. Y no es demasiado pronto para establecer una rutina sencilla para la hora de dormir. Cualquier actividad relajante llevada a cabo con regularidad y siguiendo el mismo orden cada noche, puede formar parte de la rutina. Su bebé asociará esas actividades con la hora de dormir y le ayudarán a tranquilizarse.
El objetivo consiste en que el bebé sepa dormirse de forma independiente y que aprenda a calmarse y a volverse a dormir en caso de que se despierte a media noche.

Bebés (hasta los 6 meses)

No existe una fórmula para el sueño en los recién nacidos porque sus relojes internos todavía no están completamente desarrollados. Por lo general, duermen o dormitan de 16 a 20 horas al día, divididas por igual entre el día y la noche.
Los padres deben despertar a sus recién nacidos cada 3 o 4 horas hasta que se estabilice su ganancia de peso, lo que suele ocurrir aproximadamente a las dos semanas del nacimiento. A partir de ese momento, no pasa nada si un bebé duerme durante períodos de tiempo más largos. Pero no se ilusione demasiado pronto: la mayoría de lactantes no duermen durante mucho tiempo seguido porque los despierta el hambre.
Pasadas las dos primeras semanas, los lactantes pueden dormir hasta 4 o 5 horas seguidas; esta es la cantidad aproximada de tiempo que sus pequeños estómagos pueden aguantar sin recibir alimento entre tomas consecutivas. Si un bebé duerme durante mucho tiempo seguido por la noche, probablemente querrá mamar o tomar el biberón más a menudo durante el día.
Justo cuando los padres piensan que dormir toda la noche de un tirón parece un sueño inalcanzable, las horas de sueño del bebé empiezan a concentrarse en mayor medida por la noche. A los 3 meses, un bebé promedio duerme unas 13 horas en cada período de 24 horas (4 o 5 horas de sueño durante el día, repartidas en varias siestas, y de 8 a 9 horas de sueño por la noche, generalmente con una o dos interrupciones). Aproximadamente el 90% de los bebés de esta edad duerme más por la noche, durante períodos de 5 a 6 horas de duración.
Pero es importante saber que los bebés no siempre están despiertos cuando suenan como si lo estuvieran; pueden llorar y hacer todo tipo de ruidos durante el sueño ligero. Incluso, si se despiertan por la noche, es posible que solo pasen unos minutos despiertos antes de volver a conciliar el sueño por sí solos.
Si un bebé de menos de 6 meses sigue llorando, usted deberá atenderlo. Es posible que el bebé esté realmente incómodo: hambriento, mojado, frío o incluso enfermo. Pero el hecho de levantar al bebé por la noche para cambiarlo o alimentarlo debería ser un proceso lo más rápido y silencioso posible. No le aporte ningún estímulo innecesario como hablar, jugar o encender la luz. Fomente la idea de que la noche es para dormir. Es usted quien debe trasmitirle esta disciplina y enseñarle a dormirse solo por la noche, ya que a los bebés nunca les importa qué hora es siempre y cuando se satisfagan sus necesidades.
Idealmente, se debe colocar al bebé en la cuna antes de que se duerma. Y no es demasiado pronto para establecer una rutina sencilla para la hora de dormir. Cualquier actividad relajante llevada a cabo con regularidad y siguiendo el mismo orden cada noche, puede formar parte de la rutina. Su bebé asociará esas actividades con la hora de dormir y le ayudarán a tranquilizarse.
El objetivo consiste en que el bebé sepa dormirse de forma independiente y que aprenda a calmarse y a volverse a dormir en caso de que se despierte a media noche.

De 6 a 12 meses

A los 6 meses, un lactante duerme unas 3 horas durante el día y aproximadamente de 9 a 11 horas por la noche. A esta edad, usted puede empezar a modificar su respuesta cuando el bebé se despierte y llore por la noche.
Puede dejar al bebé un poco más de tiempo para que se calme por sí solo y vuelva a quedarse dormido. Si no lo consigue, tranquilícelo sin levantarlo en brazos (hablándole con suavidad, acariciándole o frotándole la espalda) y luego márchese de la habitación del bebé, a menos que parezca enfermo. Cuando un bebé está enfermo necesita que lo levanten en brazos y lo cuiden. Si el bebé no parece enfermo y continúa llorando, la próxima vez usted podrá esperar un poco más para repetir la breve visita a su habitación.
Entre los 6 y los 12 meses, la ansiedad de separación, una fase normal del desarrollo, entra en juego. Pero las reglas sobre cómo reaccionar ante los despertares nocturnos del pequeño seguirán siendo las mismas cuando su hijo cumpla un año. Intente no levantarlo en brazos, encender la luz, cantarle, hablarle, jugar con él ni alimentarle. Todas estas actividades no permiten que el pequeño aprenda a dormirse solo y fomentan los despertares nocturnos.

De 1 a 3 años

En las edades comprendidas entre el primer y el tercer cumpleaños, la mayoría de los niños duermen un promedio de 10 a 13 horas por la noche. La ansiedad de separación o sencillamente las ganas de estar despierto con papá y mamá (y de no perderse de nada), pueden llevar a un niño a no quererse dormir por la noche. Y lo mismo puede conseguir la tendencia a llevar la contra propia de los niños de esta edad.
Los padres a veces cometen el error de pensar que, si mantienen a su hijo despierto hasta tarde, estará más cansado a la hora de dormir. De hecho, a un niño puede costarle más conciliar el sueño cuando está demasiado cansado. Establezca horarios regulares para la siesta y la hora de acostarse por la noche. Aunque la mayoría de niños de esta edad hacen la siesta durante el día, no debe forzar a su hijo a hacerla. Pero es importante que programe un período de tiempo para que se relaje y repose, aunque su hijo prefiera no dormir.
Establecer una rutina para la hora de acostarse ayuda a los niños a relajarse y prepararse para dormir. Para un niño de 1 a 3 años, la rutina puede durar de 15 a 30 minutos e incluir actividades tranquilizadoras, como leerles un cuento, bañarlos o escuchar música relajante.
Independientemente del ritual nocturno que elija, su hijo probablemente insistirá en que sea el mismo todas las noches. Pero no permita que los rituales se alarguen demasiado ni que sean demasiado complicados. En la medida de lo posible, permita que su hijo escoja entre algunas alternativas de la rutina: qué pijama ponerse, qué muñeco de peluche llevarse a la cama, que música escuchar. Estas decisiones darán a su pequeño la sensación de que controla en cierto modo la rutina.
Pero incluso los niños que duermen mejor pueden despertarse y llamar a sus padres por la noche. La salida de los dientes y los sueños pueden despertar a los niños de esta edad. Los sueños activos empiezan en esta etapa y pueden resultar realmente alarmantes para unos niños tan pequeños. Las pesadillas, en concreto, asustan mucho a los niños de esta edad, que todavía no distinguen entre realidad e imaginación. (Por lo tanto, seleccione atentamente los programas de televisión que ve su hijo antes de acostarse, en el caso de que vea alguno.)
Consuele o tranquilice a su hijo, abrazándolo cuando le despierta un sueño o una pesadilla. Permita que le hable sobre el sueño si quiere hacerlo y permanezca a su lado hasta que se calme. Luego anímele a que vuelva a conciliar el sueño en cuanto sea posible.

Etapa preescolar (de 3 a 5 años)

Los niños en etapa preescolar necesitan aproximadamente de 10 a 12 horas de sueño nocturno. Un niño de esta edad que duerma lo suficiente por la noche, puede no necesitar hacer la siesta durante el día. Esta puede ser sustituida por un período de tranquilidad y reposo.
En la mayoría de guarderías y jardines de infantes se establecen breves períodos de tranquilidad, donde los niños se acuestan en colchonetas o descansan de otro modo. Cuando un niño deja de hacer la siesta, su hora de acostarse por la noche puede adelantarse con respecto a la etapa anterior.

Etapa escolar y preadolescencia

Los niños en edad escolar necesitan de 10 a 12 horas de sueño nocturno. Los problemas para irse a la cama pueden obedecer a diversas razones. Los deberes, la práctica de actividades deportivas extraescolares, la televisión, las computadoras y los juegos de vídeo, así como horarios familiares caóticos pueden contribuir a que los niños no duerman lo suficiente.
La falta de sueño puede desencadenar un comportamiento irritable o hiperactivo e impedir que los niños presten atención en clase. Es importante tener un horario regular para acostarse, sobre todo en los días lectivos. Asegúrese de dejar suficiente tiempo a su hijo para que se tranquilice antes de que apague la luz.

Adolescencia

Los adolescentes necesitan de 8,5 a 9,5 horas de sueño por la noche, pero muchos de ellos no las duermen. Debido a que los centros de estudios empiezan muy pronto y a la sobrecarga de trabajos escolares, deberes y actividades sociales y extraacadémicas, los adolescentes suelen tener una falta de sueño de carácter crónico.
Y la falta de sueño se acumula a los largo del tiempo, de modo que una hora menos de sueño por la noche cada día equivale a una noche entera sin dormir al final de la semana. Entre otras cosas, la falta de sueño puede producir:
  • una reducción de la atención
  • una disminución de la memoria a corto plazo
  • un rendimiento inconsistente
  • retrasos en el tiempo de respuesta
Estos efectos pueden provocar mal carácter, problemas en la escuela, uso de estimulantes y accidentes de tráfico (más de la mitad de los accidentes de coche “por dormirse al volante” están provocados por adolescentes).
Los adolescentes también experimentan un cambio en sus patrones de sueño: sus cuerpos desean permanecer despiertos más tiempo por la noche y despertarse más tarde por la mañana, lo que generalmente hace que intenten recuperar el sueño perdido durante el fin de semana. Esta irregularidad en el horario del sueño puede agravar todavía más el problema, haciendo que acostarse a una hora razonable durante la semana les resulte todavía más difícil.
En el caso ideal, un adolescente debería acostarse a la misma hora todas las noches y levantarse a la misma hora todas las mañanas, durmiendo un mínimo de 8 a 9 horas diarias.

Rutinas para la hora de acostarse

Independientemente de la edad que tenga su hijo, establezca una buena rutina para la hora de acostarse que fomente unos buenos hábitos de sueño. Los siguientes consejos pueden ayudar a los niños a tener un sueño nocturno reparador:
  • Incluya un período para relajarse en la rutina.
  • Establezca y cumpla una hora para acostarse, avisando a su hijo dos veces, con media hora y 10 minutos de antelación.
  • Si su hijo es mayor o adolescente, anímele a que siga y mantenga una hora de acostarse que le permita obtener la cantidad de horas de sueño necesaria para su edad.
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lunes, 25 de febrero de 2013

OS DE 1º PLANTAMOS: PEREXIL



Os nenos de 1º plantamos: PEREXIL!!!

Treme Arguiñano!!!

viernes, 22 de febrero de 2013

PROYECTO HÁBITOS SALUDABLES




Comer bien, hacer deporte, beber agua o ver menos televisión son algunas costumbres que los niños deben aprender desde pequeños para llevar una vida sana. No hay que esperar a que nuestro hijo tenga problemas de salud o sobrepeso para establecer unos buenos hábitos de vida.
La prevención es, sin duda, la mejor apuesta de futuro. El juego y el deporte son, junto a una alimentación equilibrada, los pilares de una vida saludable.

1. Una alimentación variada y equilibrada

Una alimentación variada garantiza que el niño obtenga los nutrientes que necesita. Por eso, aunque él tiene sus platos favoritos, es importante animarle (sin obligarle) a probar cosas nuevas. El gusto de los pequeños es cambiante y poco a poco aceptarán la verdura o el pescado que al principio no querían ni ver.
El equilibrio se refleja en la proporción diaria de hidratos de carbono, proteínas y grasas. La alimentación de hoy día tiende a desequilibrarse: o tomamos mucha proteína o nos pasamos con los hidratos de carbono. La pirámide alimentaria ofrece unas cantidades y proporciones adecuadas. Hemos de tener en cuenta, las siguientes pautas:
  • Más fruta y verdura. Consumir cinco raciones diarias de fruta y verdura.
  • Menos proteínas. Reducir el consumo de carne a dos o tres veces por semana y tomar pescado en la misma proporción. Basta con comer cualquiera de estos una vez al día. Pero si tomamos de uno, no conviene hacerlo del otro.
  • Más cereales. Deben consumirlos diariamente en forma de arroz, pasta o pan.
  • Menos comida rápida. Limitar al máximo la comida rápida y la bollería industrial (contienen mucha grasa y calorías).
  • También es importante hacer un buen desayuno para asegurarnos de que nuestro organismo obtiene los hidratos de carbono que necesita por la mañana.

Buenos hábitos alimenticios

  • Establecer horarios fijos para cada comida. Hay que acostumbrar al cuerpo a unos horarios y limitar el picoteo entre horas.
  • Planear las comidas con antelación. Así suelen ser más equilibradas y completas. Podemos establecer un momento de la semana en el que diseñar el menú, y otro para comprar lo que necesitamos.
  • Compartir al menos una comida familiar. Es una oportunidad de convertirnos en un modelo de hábitos para nuestro hijo.
  • Disfrutar de la cena todos juntos. En el caso de que haya faltado fruta, verdura o proteínas en la comida, todavía estamos a tiempo de compensar estas carencias.
  • Hacer las comidas más originales y apetecibles. La monotonía en la mesa produce insatisfacción e induce al picoteo.

2. Beber agua

El 70% de nuestro cuerpo es agua, imprescindible para eliminar toxinas e hidratar todos los órganos. Apostar por el agua como bebida familiar es una opción de salud. Los zumos de frutas naturales son una buena alternativa, pero no conviene abusar de ellos, ya que contienen demasiados azúcares. Podemos ofrecérselos a los niños rebajados con un poco con agua.

3. Buenas costumbres en el comer

Es la garantía de que toma lo que necesita y aprende a comer guiado por el hambre y no porque "toca" o por ansiedad. Para favorecer la conexión con sus sensaciones corporales, es importante:
  • No obligarle a terminar el plato. Si dice que está lleno, hay que respetarlo. Si no, puede que le siente mal la comida.
  • Ofrecerle un espacio tranquilo en el que comer le permite entrar en contacto con la sensación de saciedad. Una vez que ésta se produce en el estómago, tarda unos 20 minutos en llegar al cerebro. Por eso no es bueno que le instemos a comer muy deprisa, ya que, inconscientemente, le estaremos invitando a consumir más de lo que realmente necesita. Las comidas deben tener un ritmo pausado, pero no ser eternas.

4. Menos televisión

  • El tiempo que emplean viendo la televisión se lo estamos quitando a otras actividades necesarias y mucho más saludables.
  • Los niños pasan frente a la pantalla entre tres y cinco horas diarias, cuando lo recomendable es de una a dos horas.
  • Conviene pactar con ellos un tiempo máximo y buscar otro tipo de actividades para disfrutar del tiempo libre.

5. Más actividad física

El juego y el deporte son aliados imprescindibles para el buen funcionamiento del organismo. Una hora de actividad física moderada al día mejora sensiblemente el índice de masa corporal (relación entre peso y estatura) de los niños, incrementa su rendimiento escolar e incluso su estado de ánimo. Pero no olvides:
  • Nunca debe convertirse en una obligación. Es más importante que les divierta a que adquieran habilidades. Si les gusta, será más fácil que lo hagan.
  • Diariamente, conviene guardar un espacio de tiempo exclusivo para la actividad física.
  • Más activos en lo cotidiano. Si nosotros lo hacemos, es más fácil que ellos se apunten. Podemos buscar cualquier excusa para salir a la calle (pasear juntos al perro, sacar la basura, bajarse del autobús una parada antes). Un simple paseo mejora el estado cardiovascular tanto en los niños como en los adultos.
  • Organizar planes familiares al aire libre. Son una buena forma de dejar a un lado el ocio sedentario.
  • Disfrutar con ellos. Para que integren la actividad física como una satisfacción, conviene generar un recuerdo gratificante de ella.

Cómo crear nuevos hábitos

  • Pongamos metas realistas. ¿Cómo vamos a organizar ahora las comidas? ¿Qué días haremos actividades al aire libre? Nuestras buenas intenciones pueden venirse abajo ante una organización demasiado exigente. No es aconsejable, alterar nuestras rutinas de la noche a la mañana. Es preferible poner en marcha dos o tres pequeños cambios, y esperar a que estén integrados para pasar a los siguientes.
  • Hagámoslo todos juntos. Un niño aprende lo que ve, no lo que escucha. Pasear será divertido si vamos todos. De la misma forma, si compartimos la comida, aprenderá qué alimentos le sientan bien; y si comemos de forma sana, nuestro hijo sabrá que no le estamos castigando, ya que todos lo hacemos.
  • Potenciemos la parte positiva. Frases como "No comas galletas", "no picotees" o "te vas a poner muy gordo" producen frustración y ansiedad en los niños. En cambio, otras como "¡vámonos de paseo!", "estas manzanas están deliciosas", o "te veo muy guapo hoy" reforzarán los hábitos que queremos crear.
Autor
Lidia García Fresneda
Asesor
Dr. Juan Pedro López-Siguero, responsable del Servicio de Endocrinología Pediátrica del hospital Materno Infantil de Málaga


miércoles, 20 de febrero de 2013

martes, 19 de febrero de 2013

jueves, 14 de febrero de 2013

El Camaleón lector

¿Quién es?   El camaleón lector
¿Qué quieres?  Animaros a leer.
Nos visita en las clases, el patio,....Hasta pronto. Os volveré a visitar. LEER MUCHO.

martes, 5 de febrero de 2013

lunes, 4 de febrero de 2013